este no es el botón de un algoritmo, te conecta con un mail para que me digas tres alternativas:
-que no quieres que te siga enviando mis mails,
-que me digas que quieres seguir recibiendo mis mails, en cuyo caso aclararme:
-Si quieres recibir todos mis mails,
-recibir uno a la semana,
-recibir uno al mes,
-recibir uno al año, o
-cualquier otra cosa que me quieras decir.
Un algoritmo lo haría más sencillo, con botones que te ahorrasen escribir, pero menos literario y por aquí nos gusta la literatura y fomentar el texto escrito.
Este otro sí es un botón de algoritmo que abre directamente el mail.
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El origen del título es un chiste muy bueno. De los largos, de los que pide una narrativa prolongada para dar la sorpresa final. A ver si soy capaz de reproducirlo.
Un amigo que se encuentra con otro y le explica, alborozado, que se va de safari y que está entusiasmado por lo mucho que le apetece. A los quince días se lo vuelve a encontrar cabizbajo y meditabundo, medio depre, y le pregunta ¿qué tal el safari?, a lo que le contesta el primero: pues mira, fatal, fuimos, cazamos un león, todo bien; pero se nos ocurrió ir a por un gorila y se me encasquilló el rifle; el gorila que me ve, se viene hacia mí, no consigo desatascar el fusil y me alcanza, me da media vuelta, me baja los pantalones, y… záca!
—¡Ostras, tio, ahora entiendo que estés alicaído!
—No, y eso no es lo peor —le contesta el amigo—, ahora él allí…, yo aquí…, no me llama, no me escribe…
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Hay dos tipos de chistes, no necesariamente mejores unos sobre otros, los largos y literarios, y los cortos y contundentes (¿baila, señorita? no, ha entrado justo). Los chistes de vendedor han de ser necesariamente corto, ya que el objetivo es simplemente llamar la atención para pasar a otra cosa.