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Si, como todo apunta, todo cambia, no hay cabida para la igualdad. El primer “igual” de la frase del título sería sinónimo de “quizá”, lo cual ya apunta a una deficiencia del lenguaje como es la ambivalencia.
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Ateniéndonos a la literalidad del título, el primer igual no es igual al segundo igual, ni espacial (hay una diferencia de centímetros) ni temporalmente (el primero ha sido escrito unos segundos antes que el segundo).
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Sólo en la abstracción podemos manejar el término “igual”. Para unificar el contenido de un conjunto o para asimilarlo a la imagen de equilibrio de los platillos de una balanza, o lo igual que se ve el mar en el horizonte.
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Aplicado a los humanos pasa igual. En puridad, y ya que todos somos distintos, in-dividuos, indivisos, individuales, la igualdad no tiene cabida. Ahora bien, el mandato cristiano de igualdad entre los hombres, aún falso en la realidad, ha comportado (y comporta y comportará en el futuro) muchos beneficios sociales.
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En un primer momento la igualdad entre hermanos (aunque sean de distintos sexos y edades) permite establecer leyes comunes de obligado y aceptado cumplimiento. Sobre todo a la hora del reparto. Una tarta tendrá tantos pedazos como hermanos haya. Se admitirán pequeñas variaciones de tamaño en función del tamaño de los hermanos o del estado de necesidad de alguno, pero nadie se quedará sin un trozo.
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De forma que algo inexistente como el concepto de “igual” puede resultar muy beneficioso. Pasa lo mismo con el concepto de “vacío” o de “cero”.
O la palabra mismo. No es algo tangible. ¡Cuánto de bueno sin embargo comparte!
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“Sustantivos abstractos” le llaman los entendidos (Paz Battaner), a aquellos cuyo concepto alude a algo inexistente en la realidad física. Paz Battaner, en su discurso de entrada a la Academia (https://www.rae.es/sites/default/files/Discurso_ingreso_Paz_Battaner.pdf) pone cuatro ejemplos: entusiasmo, misericordia, disposición y perplejidad. Aunque avisa que hay muchos más, “palabras que nuestra especie necesita para inventarse la vida, para acompañar y dar orientación a la vida, para otorgar estatus de realidad a esa vida”.
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Iguales son en apariencia el tamaño de la luna y el sol. Igual es la condición que han de cumplir para hacer germinar la tierra. Pero nos lleva a engaño. El sol, más constante, sólo aparece y desaparece cada día. La luna, más voluble, medio aparece medio desaparece según la fase, contribuyendo a aumentar el engaño cuando Crece con los cuernos mirando a la izquierda como en una D y Decrece con los cuernos mirando a la derecha como una C.
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Podríamos quejarnos de ser expuestos a tanto engaño, echando paranoicamente la culpa de nuestros males al mundo que parece mal hecho. Aunque también podemos, más sensatamente, conformarnos con descubrir y describir el engaño, que no vamos a corregir, pero sí acomodar.
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Es de agradecer la explicación clara e informada que ofrece Javier Santaolalla en su vídeo dedicado a exponer la revolución copernicana (https://www.youtube.com/watch?v=XlwM0tkgsoI) que, hoy por hoy, da sustento a las creencias científicas con que nos manejamos que, a falta de mejores futuras revisiones, afianzan un presente envidiable.