gratitotá

el debate de lo «gratis total»

Ya sabemos que “lo gratis” puede ser buen gancho comercial, pero tiene sus limitaciones.

Abusar de lo gratis levanta sospechas. Como de las rebajas. Hace tiempo que sospecho de las rebajas: si te están regalando algo ¿por dónde te lo están cobrando?

Pero habría que deslindar la gratuidad del contacto físico.

¿Porqué es tan potente? ¿Porqué es insustituible el contacto humano? ¿Se le puede poner precio?

Que nos lleva a un viejo debate poco aireado, el del bit-átomo. Lo físico frente a lo virtual.

Y en relaciones comerciales lo físico va equiparado al contacto humano y lo virtual va asimilado a la pantalla y su frialdad.

Tras el susto de la pandemia, que ya nos veíamos todos aislados en campanas de cristal conectados con el exterior por cables y teclados y pantallas, volvemos a confiar en que la vida humana tiene sentido si es con contacto físico.

Hay cosas que, sencillamente, no tienen precio. Meterlas en el mercado del dinero es simplemente absurdo y sólo puede generar malentendidos a través de discusiones bizantinas. Todo tiene su precio, no necesariamente en dinero.

Y como de los malentendidos hay que huir como do demo, evitaremos malentendidos si demarcamos, deslindamos, con nitidez, lo gratis de la atención, o el precio del contacto físico, o el precio de la confianza.

La confianza es confianza y se da o no se da. En pocas ocasiones se la puede comprar. Luego ponerle precio a la confianza es entrar en el mercado del arte, que es otro mundo.

El contacto físico es inevaluable porque es recíproco. Como cliente me agrada que me atienda un dependiente no robótico, y como dependiente me agrada atender a clientes humanos no robóticos.

Y si queremos ponerle precio a la atención, habrá que delimitar en qué ámbitos. Porque la “atención debida en clase” ya te digo yo que tampoco es valorable. Y por lo mismo que la presencia física, porque fomenta una interoperatividad recíproca en el momento que se da. Como usuario valoro la atención que me ha captado el emisor, y como emisor valoro la atención recibida. Ponerle precio sería como hacer circular las propinas: toma, me ha gustado el cuento, dos monedas. A lo que el emisor, en buena respuesta educada, correspondería con un pellizco de gratitud, rebajándole por ejemplo el donativo a la mitad: una moneda.

(Inspirado en el mail “Pues va a ser que alguna cosa gratis si funciona” de Pablo Segura Psicopy.com)

si prefieres este texto en formato panfleto:

gratitota 1
Panfleto contra la gratuidad
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